EL COMENTARIO DE: Carlos Treviño
LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE LOS CASINOS
Son benéficos o perjudiciales para el País?
De los jugadores.- La tentación del individuo por jugar es la base del mercado del juego industrializado. Históricamente el hombre ha sido tentado por el juego en un afán de enriquecerse mediante un golpe de suerte. El jugador quiere solucionar su problema económico que, por circunstancias reales, o porque así lo percibe él considera imposible resolver con el ingreso ordinario. El “sentí” o “me latió” le produce una sensación arrolladora que lo impulsa a jugar y esa sensación se convierte en desafío que lo lleva a intentar, repetidamente ganar. La esperanza de cambiar su vida, el desafío, su intuición, el gozo de ganar produce un conjunto de emociones que forman una combinación absorbente.
El jugador se enfrasca en el juego y pierde la noción de otras cosas. Ese entorno puede causar una aficción desmedida que da origen al jugador problema. La adicción le impide separarse del juego y al exigirle dinero constantemente, lo lleva a la ruina económica y a emprender acciones de consecuencias negativas para conseguir recursos y seguir jugando. De los jugadores adictos nacen los males sociales derivados de la apuesta: descuido del trabajo y de la familia, deudas y hasta delitos para financiar el juego, que pueden terminar en la cárcel o en el suicidio.
De las concesiones.- La evolución de los casinos en Estados Unidos ha sido muy peculiar: de estar estigmatizados y asociados, con fundamento, al crimen organizado, han pasado a ser, recientemente, agresivamente presentados como una actividad de entretenimiento aceptable. El fenómeno de la legitimación del juego es político, porque nace de una decisión de esa índole. Para ello se requiere de la confluencia de los promotores de los casinos con los políticos y legisladores. El activo más importante de estas organizaciones no son los terrenos, la tecnología o las instalaciones, sino la licencia para operar. Su mayor esfuerzo lo realizan en poner de su lado a las fuerzas políticas. Previo a la instalación de un casino, nunca ha habido una fuerza popular que apoye o pida la instalación de una casa de juego de azar. La promoción se ha hecho siempre entre los políticos con poder de decisión o de influencia.
En México, hasta 2002 se concedían permisos para hacer apuestas en palenques, carreras de caballos, incluso añejos e institucionales como la lotería nacional, melate y en casinos provisionales, durante periodos predefinidos y en eventos específicos como ferias. En 2003 se empezaron a conceder licencias para operar casinos bajo la conducción de Santiago Creel como Secretario de Gobernación, inercia que continuó Gómez Mont. Actualmente operan 301 casinos en México de los cuales 60 están en Monterrey y 100 entre D.F. y Jalisco bajo 25 concesiones. La Dirección General Adjunta de Juegos y sorteos maneja esta información con una sospechosa y extrema hermeticidad. La tragedia reciente en el Casino Royale en Monterrey, de alguna forma vinculado al crimen organizado, ha dejado aflorar una seria de irregularidades y señales de corrupción. Desde que no se abrieron las puertas de salida de emergencia, como los videos del hermano del alcalde recibiendo dinero, de que este casino operaba sin permiso y que se ordenó la clausura hace dos años, hasta la aplicación de “los criterios de excepción regulatoria” (o lo que es lo mismo que dejarlos operar sin permiso pero con un contundente y discreto arreglo), lo que recién le costó la chamba al director. Pero bueno, eso es otra historia. . .
De los dueños de los casinos.- Quien invierte en un casino, lo hace para ganar dinero, siempre con un mecanismo de alta rentabilidad y bajo riesgo. El único riesgo es no tener los suficientes clientes. Las altas y seguras ganancias son justificadas apenas parcialmente por “brindar entretenimiento” y porque “a nadie se obliga a apostar”. Todo casino cuenta con ganadores programados, generalmente los que juegan en las máquinas tragamonedas. Así, al entrar en un casino, se encuentra una galería de retratos de personas que ganaron premios importantes. Esta galería excita a los visitantes, que se sienten imantados y alimentan la ilusión de llegar a ser como ellos. En cambio, los jugadores no programados en las mesas de black jack, de dados, de bacará, o algún otro juego de mesa, que son animados con adulación a permanecer en la mesa, admirando la suerte que en ese momento tienen, sabiendo bien que la ventaja de la casa en los juegos, inevitablemente se comerá sus ganancias si sigue jugando el tiempo suficiente.
El origen de las utilidades de los casinos está en la ventaja del casino sobre el jugador. En los diferentes juegos de mesa van del 1 al 11%. En el caso de máquinas tragamonedas, éstas son programadas para que retengan de un 10 a un 20%. Hay casinos que anuncian que tienen máquinas que retienen un 2%, aunque no dicen cuáles. Cualquier suma inicial se perderá si se continúa jugando el tiempo suficiente. Hay libros que aconsejan a los jugadores retirarse cuando han duplicado el monto que tenían originalmente para jugar, pues la única manera de ser ganador "es pararse de la mesa ganando" pues, si continúa jugando, lo ganado se va evaporando y se termina por consumir todo el dinero que tenía el jugador para apostar. La apariencia y el trato del casino es engañosa; hay luces multicolores por todos lados, los talladores están entrenados para ser sonrientes y amables. Atrás de esas luces y sonrisas, de esa invitación a que se siente a jugar, y de los tragos gratis hay una organización que tiene normas implacables y un propósito claro de quedarse con el dinero de los jugadores.
Otras particularidades.- Otra óptica en la mentalidad de los dueños de los casinos es la desconfianza. Suponen jugadores que hagan trampa. Por eso invariablemente tienen en el techo espejos de doble vista y una red de cámaras de televisión por la que vigilan a los jugadores y a sus empleados. La experiencia les ha mostrado que un tallador en contubernio con su socio jugador pueden hacer trampa al casino. En el casino se compran fichas y se entrega efectivo que se deposita a través de una ranura que conduce a una caja abajo de la mesa. Periódicamente esas cajas se trasladan al cuarto de conteo. No todo el dinero que pierden los jugadores es declarado como utilidad. Con facilidad se declara menos de lo ingresado y no se pagan, por lo tanto, impuestos cabalmente, quedando una cantidad discrecional de dinero disponible para los que realizan el fraude y operan el casino. Comúnmente utilizan personal que no es de la localidad, para que se dificulte que hagan alianza para robar al casino.
Simulación.- Los promotores alegan vender entretenimiento y excitan la codicia y la vanidad. Atrás de ello hay personas que se arruinan; mucho del dinero gastado en los casinos lo consigue el jugador de manera forzada, por medio de préstamos que no pueden pagar, y hasta por fraudes que piensan cubrir, ilusamente, con las ganancias que suponen que van a obtener. Los promotores de estos centros de juego hacen énfasis en la creación de empleos, derrama económica y pago de impuestos, pero omiten la información colateral de sus efectos. El convenio no escrito que se establece entre casino y jugadores es de despojo mutuo. El casino ofrece la oportunidad de que el jugador gane a costa de que el casino pierda, o viceversa. Sin embargo, el casino tiene siempre las probabilidades de ganar a su favor, además de una seria de ventajas, como capital suficiente contra el capital limitado del jugador, conocimientos y personal entrenado contra la ignorancia del jugador, y la ventaja de efectuarse el juego en sus instalaciones, bajo sus reglas y vigilancia. Sobra suponer quién es el que sale despojado. En términos técnicos, entre el casino y el jugador se establece un contrato que grava excesivamente al jugador, por lo que se puede calificar de contrato robado.
Consideraciones sociales.- Además de los efectos socialmente negativos causados por los jugadores problema, o adictos, la legalización del juego manda una señal a los jóvenes: el apostar dinero puede ser un elemento de búsqueda de emociones y tal vez un camino a la riqueza rápida y sin esfuerzo. Está visto que los jóvenes son más vulnerables al peligro de aficionarse al juego, o de llegar a la adicción. Muchos jugadores adictos se iniciaron en la adolescencia. A los casinos se les suele asociar con otros males, como la prostitución, compra-venta de droga y asociación con el crimen organizado.
Otros aspectos.- La expansión del juego en Estados Unidos ha puesto de manifiesto preocupantes aspectos de la relación entre el gobierno y el negocio de los casinos. Esta interacción se puede dar con diversos mecanismos; desde la colusión de intereses, donde los políticos reciben parte de los beneficios económicos, hasta el político que quiso y creyó actuar en beneficio de la sociedad, pero fue mal informado y no alcanzó a apreciar las consecuencias de su decisión. La oferta de establecer casinos tiene muchos elementos que nublan el juicio de los políticos involucrados en la decisión. Por un lado son alimentados con la información de los promotores del proyecto, lo que distorsiona y parcializa los elementos de juicio. Por otro lado, el conjunto de aparentes beneficios, como ofrecer empleos, inversiones e ingresos fiscales adicionales, constituye un atractivo y una tentación poderosa. No se diga si además, hay beneficios personales involucrados.
Evaluar el peso de una decisión objetiva y ponderada se ve dificultada por tres factores principales:
a) El casino genera impuestos y además es necesario regularlo.
b) Se otorgan concesiones que equivalen a monopolios de altísima y probada rentabilidad, donde el riesgo de competencia es casi inexistente.
c) La necesidad de establecer una continua, estrecha y eficaz supervisión sobre la operación diaria. Se manejan grandes cantidades de dinero en efectivo y la falta de una vigilancia o fallas en ésta, pueden propiciar que se "ordeñen" ingresos evadiendo impuestos o favoreciendo el lavado de dinero.
Una actividad económica que registra ingresos de más de 20 mil millones de dólares por año y oficialmente se percibe como legal, legítima, generadora de beneficios fiscales y económicos, manejada por compañías conocidas, que cotizan en la bolsa, tiende a exigir un lugar dentro del contexto económico, social y político, ya que su activo más importante es esa "legalización" que ha impulsado su crecimiento y fortaleza económica.
Con sus enormes recursos financieros apoyan campañas, contratan ex políticos y hacen valer su fuerza. Por ahora, la fuerza de promoción para instalar casinos en México está orquestada y financiada por estos grandes consorcios del juego de Estados Unidos, quienes aprovechan la lógica de la vecindad geográfica, los nuevos lazos comerciales y de protección a la inversión.
De la economía.- Los casinos son planeados u operados para extraer recursos (pérdidas del jugador) que son su única fuente de ingreso. En la transacción en una economía productiva, un cliente se beneficia con un bien o servicio al pagar por él, y el vendedor obtiene una utilidad con su venta; ambas operaciones comúnmente tienen el respaldo de una cadena productiva que participa del beneficio y el efecto multiplicador de la transacción. En la economía-casino se da únicamente la situación de que uno gana sólo si el otro pierde. La operación del casino tiene un efecto depresor en la economía, ya que los recursos que ahí quedan se generan en el sector productivo y son sacados del mismo para aplicarse a fines no productivos. Una vez iniciada la operación de un casino, se crean intereses (empleados, inversión en infraestructura y equipamiento) y es prácticamente imposible que se dé marcha atrás, por más que se hagan patentes las desventajas de orden económico y social, o de eventual corrupción. Si no hay un verdadero movimiento popular que reclame la existencia de estos negocios, y mientras estén promovidos por intereses extranjeros, era necesario meditar con mucha cautela esa decisión.
De los pretendidos beneficios.- Al instalar un casino, el primer beneficio que se menciona es la creación de empleos, y es cierto. Hay que puntualizar que estos empleos del casino no son empleos productivos; no crean ningún bien o servicio, más que el pretendido “servicio de entretenimiento”. El casino tiene un efecto de competencia que va destrozando otros empleos: por ejemplo, un restaurante cercano al centro de juego no podrá competir con el restaurante del casino, que trabaja subsidiado para mantener a la gente dentro. Además, hay un efecto indirecto difícil de cuantificar: la destrucción del empleo productivo, ya que el dinero que mucha gente pierde en el casino se dedica, de ordinario, a comprar bienes o servicios y ahora eso no va a suceder; este hecho provoca la disminución de las ventas en otros establecimientos. Otro beneficio de que se habla es el de la atracción turística. No es un argumento válido el considerar que tener casinos sea una ventaja competitiva. La idea de instalar casinos en México va también enfocada para la clientela nacional. El primer requisito para que la atracción de divisas tenga un resultado positivo, es que los casinos sean administrados y de propiedad 100% nacional. Se habla del casino como un promotor de la actividad económica. En este aspecto, es de una naturaleza muy estéril, pues está diseñado para atraer recursos de la economía y no para formar, por medio de una cadena productiva, bienes o servicios útiles a la comunidad.
De los candados.- Los casinos trabajan originalmente con acotaciones; por ejemplo, se limita el espacio, el juego, la apuesta máxima, la pérdida máxima y el horario de juego. Luego, estas reglas empiezan a hacerse elásticas y terminan por romperse desapercibidamente.
De la inversión.- No tengo acceso a las escrituras de las 25 empresas a las que se otorgó la concesión de operar casinos en México, por lo tanto no puedo ver el % de capital extranjero, pero temo que este sea (mediante prestanombres) extranjero. De origen, hace una década, las inversiones planteadas eran totalmente extranjeras. Es triste que prestemos nuestros atractivos naturales y turísticos para que turistas dejen sus divisas que tardan más en entrar que en ser reportadas. La operación solo deja la derrama que corresponde a sueldos, servicios como agua, energía eléctrica, impuestos prediales y sobre nomina que son mínimos. Las divisas que entran y salen, salen acompañadas de una buena porción de dinero que nuestros compatriotas ganan en sus trabajos productivos (salvo el de los diputados, que han mostrado gusto por este tipo de entretenimiento) y dejan en el casino. Dinero tan necesario para reforzar nuestra depauperada economía.
Efectos de los casinos en las empresas en el lugar.- Las empresas e industrias no consideran al casino como un buen vecino por el efecto negativo en el empleo de la comunidad. En Estados Unidos la instalación de un casino genera la quiebra o disminución de negocios que ya existen, especialmente restaurantes. Generan además, especialmente, un efecto perverso sobre el valor de los bienes raíces. Los cercanos al casino suben mucho de valor y se vuelven objeto de especulación. El efecto del juego trae consecuencias adversas a las empresas y comercios, pues sus trabajadores, en tanto jugadores, manifiestan bajas en la productividad e incremento en el ausentismo. En caso de los jugadores adictos, se presentan sustracción de bienes de las empresas, deudas no pagadas y fraudes.
Otras consideraciones.- Los casinos son el pretexto ideal para aquél que tiene que encontrar una justificación frente a las autoridades, no sólo fiscales, sino de procuración de justicia, de por qué es poseedor de riqueza de un día para otro, pues la razón invariable sería que se trata de la ganancia proveniente de algún casino; en este tenor, el casino sería una fachada para cobijar acciones de delito: enriquecimiento ilícito, fraude, asaltos, secuestros, lavado de dinero, etc.
El aspecto legal.- Para el establecimiento, instalación, explotación y operación de un casino se requiere de una licencia otorgada por la Dirección General adjunta de Juegos y Sorteos de la Secretaria de Gobernación, previa opinión favorable del gobernador de la entidad. A NAYARIT SE LE NOTA.
Consideramos que los beneficios generados no serían suficientes para compensar el impacto en lo económico y social que provoca la presencia de un casino en nuestra Ciudad.
Esta opinión carece de valor jurídico. Es fruto de análisis y apreciaciones particulares y fue publicado a principio del 2001. Ahora se presenta actualizado.
Tepic, Nayarit; 27 de Septiembre 2011.
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