TODO
SE LO DEBO
AL DEPORTE
Arturo Camarena Flores
Departiendo en el Bar El Ferrocarril, mi amigo el cronista
deportivo Roberto Zazueta nos platicó emocionadamente como su vida fue y sigue
estando favorecida por el deporte, y eso me hizo recordar mi relación con esa
actividad tan extendida y concluí que de ella también soy deudor, pero ingrato,
pues parcamente lo comento pero hoy agradezco
y manifiesto que gracias a los deportes
me convertí en ferviente lector y llegué a ser médico.
Vea usted este relato.
En el extinto estadio de beisbol de Tepic (terreno expropiado al pueblo y sede del
hospital universitario aproximadamente en el 2050), participé en la liga de
softbol a nivel de escuelas primarias. Debuté en primera base. Primera jugada.
Rola por tercera. Lanzamiento a la inicial. Se me resbaló la bola del guante.
Inmediatamente el apacible entrenador cuyo nombre la memoria se niega a
recordar pidió tiempo y me sacó del partido.
En el mismo año y en la misma
escuela (Internado No. 12 Juan Escutia) en una pelea con guantes contra Sabino
Hernández Téllez no gané ningún raund pero sabedor de mis supuestas aptitudes
pedí la revancha para ya pero sin guantes. Me fue peor. Estaba como espectador
del futbol llanero, salió el balón hacia y pude regresarlo con la cabeza, vi tantas estrellas y el terreno lleno de grava
que ahí decidí jamás jugar este deporte tan dañino a la salud física y mental
tanto de los jugadores como de los fanáticos.
Confieso que en mi ya larga vida solo tres veces he asistido a
ver futbol. La primera, (1960) en el DF
por la constante invitación del paisano Francisco Solís Muñoz (dep). Luego fuimos
a Texcoco a ver perder a Juan Casillas
“El Lecheras” (a quien saludé con gran afecto la semana pasada) con el
Deportivo Tepic. En esta ciudad, en la
década de los 70 fui al extinto estadio de futbol (terreno expropiado al pueblo
donde se construirá la ciudad de las artes allá por el 2060), por invitación
expresa de mi amigo Luis Estrada Gómez, (dep).
Acerca del montañismo me precio de jamás haber subido al
cerro de San Juan mucho menos al Sangangüey. Donde sí me fue bien fue en la
natación pero infortunadamente desapareció la alberca Mercedes (terrenos hoy ocupados
por el Colegio México). Amigos y desconocidos me recomiendan que camine pero
los veo que no aprendieron ni a sentarse correctamente y no les hago caso.
Además me entero sobre tantas rodillas destrozadas que prefiero ya no digo trotar sino correr con
la imaginación. Gracias a que jamás fui jugador ni espectador ni aficionado a ninguno de los deportes pude y puedo emplear esas numerosas horas perdidas en
viajar leyendo y en estudiar para estar
siempre actualizado. Y no me ha ido tan mal.
Correo:
arturocamarena1@hotmail.com
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