HAITÍ: QUIEN HACE VIVE
Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara
08 de febrero de 2010
Oídme
Nadie oyó nada.
Una sonrisa oscura veladamente
puso su dulce máscara
sobre el rostro, borrándolo
Un soplo sonó. Oídme
Todos pusieron su delicado oído.
Oídme
Y se oyó puro, cristalino,
el silencio
Vicente Aleixandre
¿Qué muestran los noticieros internacionales cuando hablan de Haití? Se solazan en la tragedia, muestran un pueblo desvalido, incapaz de ponerse de pie, siquiera de hablar. Ahí es donde inicia la sospecha: ya sabemos que entre más indefensión muestren los medios de comunicación, más profunda será la cadena que se cernirá sobre los habitantes de ese pueblo.
Los noticieros construyen la visión de Haití: una visión encaminada a desproveerle de las mínimas condiciones de organización social con la finalidad de crear la imagen de una sociedad inexistente y un gobierno ausente, balbuceante, rapiñero. Una vez que el imaginario mundial haya aceptado como cierta esa imagen, entonces la ayuda mundial se convertirá en el dominio extranjero sobre el pueblo haitiano.
¿Por qué la mirada mundial no ve a la sociedad, el esfuerzo de los propios haitianos en las acciones después del sismo? Porque para la mirada occidental, las acciones de las personas son no acciones ya que sólo son validadas y legitimadas como acciones, las realizadas por los organismos internacionales avaladas por ellos mismos, las organizaciones civiles autorizadas con sus recursos, las agencias de ayuda en su propio idioma.
Sin embargo, eso no es Haití: ahí hay un pueblo que trabaja, que sobrevivió a las dictaduras de los Duvalier y a las esperanzas truncadas de Aristide. Ellos son los que día a día remueven los escombros, salvan a los haitianos desconocidos y establecen las redes elementales de la sobrevivencia humana.
No ven al pueblo porque no pueden verlo. Sólo ven hambrientos por las calles, ellos los dueños de los alimentos, los controladores del hambre mundial.
No ven la organización social. Sólo ven turbas amenazantes, ellos los organizados en ejércitos, en estados intervencionistas.
No pueden ver al pueblo y sus acciones porque documentan sus propios actos autodenominados altruistas. Lo otro y los otros, sale de su visión: la ayuda permanente y silenciosa de los haitianos en la sobrevivencia.
En la década de los setenta conocí a Gerard Pierre Charles, un politólogo y líder haitiano que hablaba de Haití y de la esperanza. Daba clases en la UNAM donde compartíamos la certeza del derrumbe de la dictadura latinoamericana y el establecimiento de nuevos gobiernos a partir de los pobladores. Gerard Pierre Charles enseñaba con el ejemplo, no solamente porque sus secuelas de poliomielitis eran solamente un dato, no un impedimento para andar por el mundo, sino porque sus cátedras universitarias tenían un respaldo de participación activa en la lucha por la liberación de Haití, en pensar América Latina, en ayudarnos a comprender el Caribe, esa parte de América Latina donde las luchas revolucionarias se escriben en la geografía de las islas.
Conocí también a Guy Duval, un profesor que fundó en Nayarit, la tierra donde vivo, la escuela de medicina. El paso de Guy Duval por Nayarit todavía puede atisbarse en las huellas de un programa de medicina destinada a los pobres de la montaña, a los habitantes de los barrios populares, a los campesinos. Su propia experiencia como médico haitiano lo llevaba a recorrer grandes distancias para llegar hasta donde se encontraban los pueblos indios de la Sierra Madre Occidental. En abril de 1976 un grupo de universitarios caminamos la montaña para llegar a la población cora de Jesús María donde Guy Duval estableció un programa de medicina de médicos descalzos, en un puro estilo de medicina social.
Después tuve como compañera de estudios a Sabine Manigat, actualmente politóloga, profesora de la Universidad Quisqueya en Puerto Príncipe. Ella brillantemente escribe “La economía informal da aquí lo mejor de su potencial y gracias a las solidaridades de base la gente come, mientras duran sus magras reservas. La determinación y la solidaridad entre otros rasgos socioculturales de este país, pueden más que las frustraciones y la cólera y demuestran el potencial organizativo para lograr una distribución más rápida y eficiente de ayuda” (La Jornada, 28 de enero 2009).
Haití se independizó de España en 1803, fue el primer país donde la revolución de los esclavos marcó un hito en las liberaciones mundiales. Caro han pagado su osadía: dueños de todos los record del subdesarrollo y de todos los indicadores de la degradación ecológica, hoy han perdido el techo que les quedaba.
Pero ahí están, de pie, haciendo la vida diaria que no harán los marines, ni los ocho mil soldados del ejército norteamericano. Ahí están ellos y ellas haciendo más que voltear al cielo esperando la llegada de alimentos como quiere la propaganda de los medios de comunicación que pensemos en Haití. Ellos harán la reconstrucción, sembrarán los árboles y verán volar los pájaros multicolores que ya habitaban en los ojos de Gerard Pierre Charles. Para eso hacen, que los dejen hacer, que devuelve el mundo lo que le ha extraído a Haití, que los devuelvan a la geografía de lo posible para que los propios haitianos potencialicen sus propias fuerzas y emprendan el sueño aplazado de los esclavos.
Las luchas por los alimentos puede ser el detonador. En las condiciones de crisis actual ningún ejército ni local ni extranjero podrá detener la revuelta, por eso es precisa la acción inmediata, las acciones certeras, confiar en la gente y sus propias redes de ayuda en la sobrevivencia.
Quien hace, vive. Por eso el pueblo haitiano quita diario los escombros para sembrar otra posibilidad de vida. Mientras tanto, el mundo occidental se solaza con juguetes tecnológicos, ipad capaces de proyectar millones de imágenes y audios en pantallas superligeras, pero incapaces de mostrarnos la imagen de nuestra humanidad profunda, la que revela el rostro esperanzado de los pobladores de Haití.
Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit
Fuentes: http://www.nayaritaltivo.com y El Vocero del Norte
No hay comentarios:
Publicar un comentario