DESDE MI OPTICA (ALLENDE)
LA DISCIPLINA Y LA CONSTANCIA
Arturo Camarena Flores
Lo que Natura no da, Salamanca no lo presta.
Miguel de Unamuno (1864-1936)
Este tema surgió de la amigable plática sostenida con el profesor César Ricardo Luque, devoto de la filosofía. Por ese motivo él publicó “Constancia o disciplina” donde dice: “...sostuve que la disciplina no implica necesariamente una violentación de la persona, o si se prefiere, que no tiene necesariamente connotaciones negativas, ni siquiera cuando supone sujetarse a algunas reglas”. Por el mismo medio le contesto reiterando que la constancia, según la entiendo, no es sinónima de disciplina, no son términos equivalentes ni son intercambiables y que la disciplina conlleva siempre condicionantes externas al individuo. Es del dominio general que la disciplina para su cumplimiento necesita normas, reglamentos, sanciones y otras presiones. No necesito aval para mis decires, pero como en cualquier escrito se habla de grandes pensadores como adorno, también cito a tres filósofos en contradicción con la posición del docente César Ricardo Luque. En el Diccionario de Psicología (de Merani), se define a la disciplina como: “Control del comportamiento o de la conducta obtenido por medio de premios o de castigos. Constituye el plan gradual de la educación de los niños”. Mi filósofo de cabecera Arthur Bertrand Russell (1872-1970) dejó escrito: “La disciplina, tal como existe en las escuelas es un mal grandísimo. El género de disciplina que es necesario para realizarse, brota de nuestra propia voluntad, no de ninguna autoridad externa”. “La masa es la que no actúa por si misma. Ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada” Dijo José Ortega y Gasset. Con mis palabras digo: La mayoría de las personas necesitan que las manden, tener un patrón a quien obedecer, o un algo a quien someterse. Les viene bien el ser disciplinadas. El docente enseña y el discípulo aprende, (las materias, también son llamadas disciplinas). El maestro es el emisor y el alumno es el receptor. Sostengo que este sistema de enseñanza nos ha mantenido en el atraso en relación a los llamados países del primer mundo. Lo comprueban los desastrosos resultados en la exámenes PISA de la última década. Puras penurias. Es conocido que ser disciplinado es ser obediente; entre menos se piense, entre más se acepte las órdenes, la recompensa es mayor. Desde las estrellitas y las palomitas en el kinder hasta el ridículo bonete y la anacrónica capa medieval (birrete y toga) de los cada vez mas “doctores en ciencias”, son marcas señalando que fueron amaestrados, disciplinados.
Aclarado lo anterior, ahora me refiero a la constancia que no significa ir diario al café o a cualquier otro lugar a la misma hora. Ni siquiera es constancia presentarse a un trabajo que se realiza con desgano durante años. Tampoco puede llamarse constante al adicto que no apaga el cigarro. Esas (y otras), son acciones rutinarias, asfixiantes, paralizantes. No puede calificarse de constantes a los y a las dirigentes sindicales que tienen 30 o más años en el poder. Esos nefastos seres son sólo sátrapas zarrapastrosos. La constancia es una cualidad del carácter poco cultivada. Ser constante es estar firme, durable, coherente. Es tener firmeza y perseverancia en los propósitos. Por eso igualmente, constancia es un testimonio, un documento probatorio. Merani define el Principio de la constancia (según Freud), como “la tendencia del aparato mental de mantener las excitaciones necesarias en un nivel determinado, y por consiguiente de descargar lo impulsos que implican aumento de tensión.” No sale sobrando señalar que la constancia es alegre y se apoya en el raciocinio y en la coherencia.
La constancia implica ser practicada de tiempo completo. Siempre con un objetivo, con una meta que alcanzar, que cumplir y así hasta la muerte. ¿Nada fácil verdad? Pero seguramente tu, hipotético lector (a), conocerás o tu serás quien con su esfuerzo diario, constante, logró consolidar su familia y su bienestar. También recordarás que por falta de constancia en el diálogo, por no tratar de entender ni oír a la otra parte, terminaron las relaciones en la familia, en sociedades y hasta en comunidades enteras. Me es difícil soportar que en aras de la disciplina, del concepto de autoridad se torture verbalmente o con golpes al niño, a la mujer o a cualquier ser. Habrá muchos ejemplos de superación personal por la constancia y pocos por haber creído en los libros de autoayuda. Con este escrito, por mi parte doy por terminada esta agradable y esclarecedora polémica con mi amigo el docente universitario César Ricardo Luque.
Miembro de la Asociación de Periodistas y Escritores de Nayarit, A C. (APENAC)
Correo: arturocamarena1@hotmail.com
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