domingo, 31 de octubre de 2010

Arturo Camarena - Edgar Arellano Ontiveros

DESDE MI OPTICA (ALLENDE)

Arturo Camarena Flores

SE NOS MURIO OTRO GRAN AMIGO, “EL PIPIRIPAU”

Edgar Rafael Arellano Ontiveros, alias “El Pípiripau” murió en la sala de Terapia Intensiva del IMSS en donde fue ingresado el 26 de octubre por complicaciones de la diabetes. Un día antes me llamó a la casa para indagar los pormenores del entierro de Héctor Gamboa Quintero en Acaponeta. Nunca dejó de practicar su oficio de reportero. El tono de su voz me alertó sobre su mal estado de salud pero estoicamente me dijo que estaba resfriado. El 28 por la mañana hablé con su secretaria Mary Avellán para saber como estaba y si podría visitarlo. Me dio la desagradable noticia que estaba internado en muy malas condiciones. Mi primera idea fue no ir pero luego pensé en la pena de su hijo “El León” y de su hija “La Pantera” como él amorosamente les llamaba. De bata blanca larga ingresé fácilmente al hospital del Seguro Social, sitio al que no iba tal vez hace diez años. No obstante la diferencia en edad y los pocos años de trato, Edgar me distinguió con su amistad que en mucho valoré. Intenté ser también su amigo y creo lo logré. Siempre que leí (como innumerables personas) su “Cotarro Político” recordaba a otro periodista nayarita, Sebastián Lamas González que editaba “La Escoba”, periódico tan ácido y crítico que desde el gobierno en turno le costó un atentado contra su vida y cárcel, hechos que también le acontecieron a Edgar que a tantos canallas exhibió por su soberbia y prepotencia y que hoy deben de estar festejando la muerte de este hombre como muy pocos quedan. En las numerosas reuniones a las fui convocado para desayunar un día le comenté que en lo físico y forma de hablar se parecía al literato Ricardo Garibay. Como contestación sólo sonrió pues siempre se burlaba de los hacedores de libros: “hay mas escritores que lectores” solía decir y le retornaba que algún día alguien publicaría una antología con sus columnas no totalmente políticas sino donde escribía sobre sus maestros, su infancia en Mazatlán, sus premiaciones llenas de una sátira que le ganó algunos enemigos y de tantos temas tan interesantes tratados con una profundidad y filosofía, además de ser unos auténticos ejemplos literarios de como escribir bien. Se quedaba callado. Hombre de archivo, nunca cansado de leer, se distinguió en su vida por la lealtad con quienes se comprometió y por su extrema generosidad que muy pocos practican pero si pregonan aparentando ayudar a los pobres y como dijera Edgar: “los ricos quieren tanto a los pobres que cada años hacen más”. Edgar siempre fue espléndido con amigos y con desconocidos. Estando en La Habana, al bajarnos del triciclo tan desvencijado que conducía aquel sudoroso sujeto, le preguntó que cuánto le costaría uno nuevo y al recibir la cantidad dicha, aquel hombre brincaba jubiloso gritando a media calle y bendiciendo a aquel mexicano del que jamás volvería a saber. Este pequeño pero importante detalle pinta de cuerpo entero a un ser de los cuales la doliente humanidad tan urgentemente necesita. Le gustaba oír a la Sonora Santanera y escuchar tangos. Leer mucho, conversar con los amigos y los hot cakes con miel.

Sus hermanos, hermanas, sus hijos, sus fieles empleados y aguerridos colaboradores deseamos descanse, (por fin), en paz. Qué tanto hace que estuvimos festejando su aniversario 56. La terrible diabetes cobró sus altos intereses con lo que le quedaba de vida. Descanse en paz Edgar Rafael Arellano Ontiveros y por allá lo alcanzaremos.

Correo: arturocamarena1@hotmail.com
Corresponsalía en Tepic del Seminario de Cultura Mexicana

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