Difusión y divulgación filosófica
César Ricardo Luque Santana
En mis dos anteriores colaboraciones he venido exponiendo la incipiente experiencia de la licenciatura de Filosofía de la Universidad Autónoma de Nayarit en la divulgación filosófica mediante Radio UAN, en las cuales he mencionado otras experiencias exitosas y he dado cuenta de que existe una tendencia mundial para acercar la filosofía a toda la gente, ya sea mediante la divulgación propiamente dicha a través de diversos medios de comunicación, o con la llamada “filosofía práctica” de la cual también he escrito en varias ocasiones. Todo ello se puede encontrar en mi blog Hetairos disponible en http://hetairosfilosofia.blogspot.com/
A continuación doy a conocer otro apartado del documento que elaboré para formalizar el proyecto de radio de “Filosofía para Todos”, tocando turno en esta ocasión a la “Justificación”, donde se explica que las actividades de difusión no sólo están contempladas dentro del marco de una de las tres funciones sustantivas de la Universidad, sino que la divulgación filosófica también forma parte de una eje estratégico recomendado por la UNESCO para la popularización de la filosofía.
«La difusión de la cultura -junto con la docencia e investigación- es una de las tres funciones sustantivas de la Universidad, mientras que la divulgación es una forma amena de compartir con los demás un conocimiento científico o filosófico producido por expertos, abordando una gran diversidad de temas y analizando problemas legados por la tradición o emanados de nuestro presente, procediendo de diversas maneras y por diversos medios, de ahí que sea conveniente esclarecer la diferencia y relación entre difundir y divulgar.
Aunque divulgar y difundir suelen usarse en forma indistinta, realmente son dos cosas diferentes. Divulgar es propagar un conocimiento o saber poniéndolo en cierto modo al alcance de todos. Esto último es particularmente importante porque implica hacer accesible a un público no especializado determinados conocimientos elaborados por especialistas. Es traducir para los demás un conocimiento científico o filosófico sin que ello signifique que los que aprenden de este modo sean o se conviertan por ello en científicos o filósofos. La divulgación científica de Stephen Hawking por ejemplo, donde explica temas complejos de astrofísica sin emplear fórmulas matemáticas, sin recurrir a un lenguaje excesivamente técnico ni a otros conocimientos teóricos que son indispensables para el científico; permite a los legos o profanos en la materia enterarse de los descubrimientos científicos, tener una idea general de las teorías científicas, darse cuenta de sus alcances, esto es, de cómo inciden en nuestras creencias y cómo trasforman el mundo en que vivimos, etc. El reto de esta forma de generar una cultura científica en la población, es que la divulgación no distorsione las teorías, que no sacrifique la verdad científica, que no abarate el conocimiento en aras de facilitar a la gente la comprensión de la ciencia o la filosofía, de manera que las concesiones al público tienen sus límites e implican para el divulgador poner en juego además de sus conocimientos profesionales, cualidades literarias y retóricas para hacer atractivo un conocimiento significativo. Difundir, por su parte, es también propagar pero en el sentido de llevar un mensaje (un conocimiento o saber o simple información) por distintos medios (impresos, electrónicos, virtuales o cara a cara) y en todas las direcciones posibles, En este sentido, la radio por ejemplo es un medio de difusión, pero la divulgación la hacen las personas enteradas o expertas de los asuntos a tratar, las cuales son capaces de comunicar determinados conocimientos a los demás tomando en cuenta que la mayoría no tiene una formación profesional en la materia, con la finalidad de proporcionarles una cultura al respecto. (No es verdad en este caso que el medio sea el mensaje, porque el medio es el instrumento o vehículo, mientras que el mensaje es el conocimiento en sí portado por sujetos preparados ex profeso)
En este sentido, la divulgación filosófica tiene esencialmente las mismas características, condiciones y finalidades que la divulgación científica. Incluso podemos afirmar que en los últimos años hemos atestiguado una profusión y variabilidad en la divulgación filosófica sin precedentes, utilizando todo tipo de medios al alcance: libros, conferencias, charlas, radio, televisión, Internet, entre otros. Esta tendencia se ha venido realizando con el fin de sacar a la filosofía de su enclaustramiento de los recintos universitarios donde sólo es accesible a unos cuantos para complementarla mediante la divulgación poniéndola al alcance de muchas personas.
Asimismo, más allá de complementar la filosofía académica o teórica con la filosofía práctica, existen otras situaciones que hacen necesaria la divulgación de la filosofía, como la globalización de corte neoliberal que trata de imponer un pensamiento único, la injusticia e inequidad prevaleciente y las distintas expresiones de miseria espiritual como la literatura de superación personal y el esoterismo, que salvo excepciones, son productos meramente comerciales orientados a un individualismo que propugnan el éxito material personal como si fuera una auténtica realización de la persona, que están plagados de imposturas morales, filosóficas y científicas, que propalan elementos antirracionales que a su vez conducen a posturas anti-intelectuales cuyas consecuencias son nocivas para la persona que se atiene a ese tipo de productos, pero que también dañan a la sociedad porque la someten a creencias falsas y la distraen de lo realmente importante. La divulgación y difusión de la filosofía en cambio, permiten a la gente pensar por sí misma, no sólo en los grandes temas de la existencia humana que no pueden ser abordados por la ciencia pero que deben ser pensados racionalmente sin actitudes dogmáticas, sino también en los problemas del presente dentro de nuestro entorno social, ejerciendo la sana duda para aprender a cuestionar y a exigir (y dar) buenas razones, a darse cuenta que aquello que parece evidente y natural muchas veces no lo es, que la verdad nunca está a flor de tierra, en la superficie, sino oculta en ella, y que sólo el razonamiento o la reflexión nos puede permitir descubrirla.
La filosofía era originalmente Aletheia o verdad por descubrimiento, su propósito era y es, hacer patente lo que está latente. Descubrir es quitar los velos que ocultan algo, es desocultar, de manera que Aletheia es eso, desocultar, decir la verdad, desenmarañar las cosas, esclarecer y señalar. En este sentido Platón y Aristóteles decía que el origen del filosofar está en la admiración, la perplejidad, el desconcierto, el cual se da cuando percibimos que algo no encaja en un conjunto de cosas que nos son familiares, aunque aparentemente parezca correcto a los demás. Desde este punto de vista, nuestra sociedad tiene necesidad de ciudadanos que no se dejen manipular, que puedan decidir por sí mismos, que puedan desarrollar un pensamiento crítico. Sin embargo, no se trata de propiciar sólo una postura “logocéntrica”, de creer que sólo la razón cuenta o sólo ella puede dar cuenta de las cosas. La filosofía no se reduce a una capacidad de análisis lógico sino que también promueve valores universales e implica emociones, sentimientos, pasiones, etc., los cuales no tienen por qué estar peleados con la razón sino que ambos son complementarios. Se trata de desarrollar una perspectiva de la filosofía “logopática”, esto es, con pathos (pasiones), Logos y pathos son una unidad en la diversidad; el logos sin pathos es la razón apática, el conocimiento frío, sin vínculo con el mundo. (Cabrera, 2006) Es importante entender que pathos tiene varias significaciones siendo una de ellas ligada a la retórica donde se apela a los sentimientos para persuadir a un jurado, para incidir en su juicio (Aristóteles). No en vano le llaman también argumento patético (dramático). Pathos significa también pasión en un sentido no patológico, sino como un modo de ser peculiar, pues la filosofía no es sólo una profesión o una manera de razonar, sino una forma de vida
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A propósito del logos, Humberto González Galván (González Galván, 2006) alude a su doble acepción de razón y palabra, y menciona la relación de este logos con el radio que da lugar a una forma excepcional del habla humana, la cual llama -apoyándose en Gastón Bachelard- la “logosfera”, entendida ésta como “el espacio en el cual la palabra humana levanta su morada.” (González Galván, 2006;19).»
Hasta aquí termino la presentación de dos apartados del mencionado documento que como dije en su momento es para uso interno de mis colegas de la carrera de filosofía de la UAN, pero continuaré con el tema de la importancia de la divulgación filosófica a partir de la defensa de la filosofía que hizo la UNESCO mediante un informe (2005) acerca de la estrategia para la promoción de ésta, documento que comentamos en un programa de “Filosofía para Todos” en Radio UAN el profesor Raúl Alamillo y un servidor, el cual se transmitirá pronto en el 101.1 FM de Radio UAN en sus horarios habituales.
Referencias bibliográficas:
Cabrera, Julio (2006). Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través del análisis de las películas. Barcelona: Gedisa
González Galván, Humberto (2006). Radio y filosofía: tradición y juego de espejos. Conversaciones filosóficas: tragedia. La Paz: Universidad Autónoma de Baja California Sur.
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