domingo, 25 de abril de 2010

Arturo Camarena - Tras el trotar del tren

DESDE MI OPTICA (ALLENDE)

TRAS EL TROTAR DEL TREN

Arturo Camarena Flores

Para Arturo Elizondo López, Ramón Rubio Ramírez y Blas Zamudio Vidal .Con entrañable afecto.

Nací en Acaponeta junto al campamento ferrocarrilero y toda mi niñez giró en torno a la Estación del Ferrocarril de Tepic Nayarit, sitio donde mi familia tenía un restaurante llamado “El Mexicano”. El oficial fue de don Antonio Ortega, padre de Irene, Angelita y Emérita, quienes me paseaban en su bicicleta según platicábamos ya adultos. Dos hermanas mías se casaron con futuros maquinistas (Ramón Solís y Miguel Rivas Madrid) y mi hermano José, murió trabajando en la máquina. Maquinistas fueron unos señorones cuyos nombres evocan su imagen: Arnoldo, Everardo, Joaquín, Hermosillo (quien vivió en la calle México frente a la secundaria federal), O’Connors, los dos hermanos Valencia y Don Luis Estrada Mora. De verdad era imponente la presencia de estos personajes con su overol, gorra azul con rayas blancas, pañuelo rojo al cuello y su reloj oficial con leontina, indumentaria tan especial para su trabajo habitual. Por ello y más, su centro de reunión para el esparcimiento fue llamado Bar “El Ferrocarril” según me contó su actual heredero don Jesús “El Güero Solano”, quien en diez años celebrará el centenario de este negocio establecido por su padre en 1920. Despachadores, conductores y hasta el portero del servicio de pullman (habitualmente negro norteamericano), eran parte del espectáculo de feria en que convertía la estación las varias veces al día que pasaban los trenes de carga y de pasajeros. Del personal de la oficina recuerdo con alegría a los hermanos Reyes Ávila: Ernesto, Samuel y Elías, en cuya casa de la Plazuela Hidalgo escuché tantas pláticas de la gente del riel. Lamas, Bayliss, Fonseca y otros cuyos apellidos quedaron impresos para siempre en el cerebro de un joven que se preparaba para la vida.

Abandoné la escuela secundaria en 1951 y la primera opción fue en este ramo. Había oportunidad de ser quien fuera a avisar a los miembros de la tripulación de la hora de su salida, el siempre bienvenido “Llamador”, pero sólo llegué a “Chícharo”, llamado así el ayudante de oficina, cargo que desempeñé un año sin sueldo. Peones de vía eran Rigoberto (luego gobernador de Nayarit) junto con Saturnino Carrillo. David Villarreal Carabantes (a) Carta Brava y su hermano Ricardo fueron gente del riel. Mi amigo Ramón Rubio Ramírez se quedó y se jubiló como Cajero Boletero, importantísimo puesto que antes que él, durante años desempeñó don José (Pepe) Elizondo. No aprendí la telegrafía pero sus puntos y rayas me enseñaron que la tripulación obedecía sus órdenes de traslado y cambio a otros puntos del sistema ferroviario por lo cual opté por no aplicar examen para ingresar a estudiar en la Escuela Médico Militar cuando regresé a las aulas. Que tal si me aceptaban y luego me iban a traer de una zona militar a otra. Inaceptable para mí esta disciplina. Su ilustrísima, Obispo Manuel Piña, nuestro vecino por la calle San Luis sur, cada diciembre instalaba un sistema de trenes en una habitación de su casa con ventana a la calle donde la población en general nos quedábamos maravillados ante los puentes, túneles y las maniobras en el patio de las cambios de vía y de furgones, al igual que en la realidad que vivimos en la hoy desolada estación del ferrocarril de Tepic, convertida en un museo de la muerte. Tal vez a Benito Zamudio le tocó ser uno de los últimos Jefes de Estación, así como el último adiós con los silbatos de los trenes en el entierro de mi amigo Sabino Serna.

Ahora veamos la otra cara de los ferrocarriles “mexicanos”.

Bien lo escribió el literato guatemalteco hondureño Augusto Monterrroso el 14 de enero de 1983: “Tren Barcelona-París. Después del libro, probablemente lo mejor que ha inventado el hombre sean los trenes. Tengo una teoría: a partir de este invento, la economía, el estado general de un país, corren paralelos a la velocidad y a la organización del sistema ferroviario. Como son sus trenes, como marchen sus trenes, marchará todo lo demás”. Ningún economista ni estadista lo ha descrito mejor.

Los eternos conflictos sindicales y el privilegiar el transporte carretero hicieron que fracasara ese polo de desarrollo que mueve una parte importante de la economía de los modernos países del mundo, exceptuando México, por supuesto. La red constaba de cerca de 20,000 kilómetros hacia 1910. Los concesionarios eran empresarios de los Estados Unidos hasta que en 1922 se los incautaron pactando pagos durante 40 años. Ya antes la revolución había casi destrozado todo el sistema y entre rehabilitaciones llegó el Presidente Cárdenas decretando la expropiación de los ferrocarriles nacionales en 1937 y datos oficiales hablan que en 1945 se movilizaron 12’490,795 millones de toneladas con 877 locomotoras a vapor y 17 a diesel. El servicio de pasajeros que disfrutamos de Guadalajara a Mexicali hace años que desapareció como por arte de magia. Persiste el tren carguero desde Chiapas hasta Ciudad Juárez, Chihuahua, llamado el tren del infierno donde miles de indocumentados centroamericanos pretender llegar a los Estados Unidos. La semana pasada descarriló en el trayecto de Arriaga, Chiapas a Ixtepec, Oaxaca dejando 500 “braceros” lesionados. Y eso que es tren de carga.

Al grito de “los pobres también comemos” son asaltados los trenes en Guanajuato, Michoacán y en todo el sistema donde se trasporte maíz, azúcar, frijol, leche. Se ha calculado en 35 toneladas de alimentos en promedio mensual estas muestras de hambre y de tremendo atraso nacional. Y la gente por lo general hablando y escribiendo sobre el fútbol. No tenemos remedio.

Correo:arturocamarena1@hotmail.com
Miembro de la Asociación de Periodistas y Escritores de Nayarit A C (APENAC)

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