CARLOS MONSIVÁIS EN NAYARIT
Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara
25 de junio de 2010
"¿Y por qué el desencanto que hoy se vive? La respuesta está a la vista: Porque la única y última adicción de la Patria son las promesas, y no se ha variado el repertorio. Hay quienes ven la tele sólo por si Calderón aparece prometiendo la solución de todo, y cuando eso no sucede, la familia está triste.
Realidades cualquier país las tiene, y pueden ser incluso positivas, pero promesas, y de la calidad y la variedad del gobierno de don Felipe, muy pocas. Por eso, lo que sí debilita a nuestra democracia es la escasez de las ofertas del porvenir… ¡Así no, señores y señoras! Queremos promesas extraordinarias, que sustituyan a la siempre falible acción de los gobiernos, que enreden estrepitosamente las almas. Ya lo dijo (o lo debió decir) Maquiavelo: el mejor gobierno es la promesa infinita."
Carlos Monsiváis. Escrutinio
Carlos Monsiváis leyó a Amado Nervo como un poeta popular. La obra de Amado Nervo fue silenciada ya que los poetas cultos no le perdonaban la popularidad de su obra. Precisamente, la popularidad era la sospecha de que se trataba de mala poesía.
"La poesía compleja, en la que se inscriben autores como Jaime Sabines, Pablo Neruda y César Vallejo, así como las obras ‘Muerte sin fin’, ‘Piedra de sol’ o ‘Pasado claro’, siempre termina por convertirse en poesía popular".
Vino a Nayarit en el año 2002 a presentar el libro Yo te bendigo, Vida. Amado Nervo, crónica de vida y obra, propiciado por el gobierno del estado de Nayarit y publicado por la editorial Raya de Agua. En la presentación en Bellavista, afirmó que Amado Nervo era el caso de un poeta público, de “manera estentórea y omnipresente” puesto que su poesía había quedado en la gente común y corriente en frases como “soy el arquitecto de mi propio destino” y “Vida, nada me debes”. Para Monsiváis, la poesía de patriótica de Amado Nervo es parte del territorio de una época y de una cierta atmósfera religiosa.
Después, regresó de nueva cuenta a participar en un Coloquio sobre la Mexicanidad, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Nayarit en el año 2006. En esa ocasión se refirió a las características de lo mexicano arguyendo que él era mexicano porque lo decía el pasaporte, pero no porque le fuera al “Tri”. En alguna ocasión, posteriormente, lo encontré en el aeropuerto de Tepic donde esperaba que alguien lo fuera a recoger para impartir una charla.
Su columna, Por mi madre, bohemios, permitió a mi generación, asomarnos a la burla de los poderosos, de los intocables cuando la reforma política todavía no concretaba la posibilidad de la derrota del autoritarismo mexicano. Después, sus crónicas en libros espléndidos como A ustedes les consta permitieron recuperar testimonios de escritores mexicanos de diverso tipo.
(Yo había aprendido El brindis del bohemio en la secundaria, donde una profesora nos hacía declamarla con toda la carga de sentimentalismo del que se es capaz en la adolescencia: el culto a la madre. Por ello, encontrar la frase como sinónimo de burla, de escarnio, fue entrar a otra dimensión de la poesía).
En ocasiones, su ironía era tan fina que no alcanzábamos a entenderla. Sin embargo, siempre supimos que tras su seriedad se encontraba la crítica implacable ante la estupidez, la mediocridad, la corrupción, la impunidad, las complicidades de los funcionarios públicos, dirigentes de partidos políticos, de sindicatos, de jerarcas eclesiales.
Su defensa del Estado Laico puede considerarse una de las defensas más lúcidas de los últimos tiempos en su propuesta clave de que la noción de pecado dejara de ser el rasero moral al servicio del poder.
Más que liberal o conservador, izquierdista o militante de partido político alguno, Monsiváis puede considerarse un espíritu libre, un librepensador, un universitario de tiempo completo capaz de pensar críticamente cualquier ámbito de la sociedad. Juarista en una sociedad sometida a la jerarquía católica, sostenía la necesidad del Estado como garante de la laicidad. Al mismo tiempo, su mirada reconstruye al pueblo en lo popular porque destaca la producción artística elaborada por los ciudadanos sin rostro, por los habitantes de la ciudad que no saldrán en las notas de sociedad de los periódicos.
Carlos Monsiváis vinculó la política con la literatura desde los periódicos, los libros, la columna diaria, las entrevistas en radio y televisión. Ningún medio fue despreciado por este autor quien escribía con el mismo profesionalismo en Teleguía que en una revista extranjera. Porque sabía que en el primero podría ser leído por la multitud, por los habitantes de la ciudad.
Esa multitud lo reconocía en la calle, en las caricaturas, en las cintas cómicas de la que fue personaje.
Sí, como dice Elena Poniatowska, lo vamos a extrañar porque su pensamiento claro, desafiante, no acompañará a esta sociedad en su marcha hacia ningún lado. Su defensa de las causas de las minorías quedará vacía. La vinculación del arte mexicano con el detalle por la obra popular, la articulación del cine con la literatura y la lucha libre, el saber enciclopédico del detalle, lo ubican como Carlos Monsiváis, el cronista del México de la segunda mitad del siglo XX.
Una breve muestra de su escritura:
“A simple vista, otra efusión lirica de provincia, y uno avizora a cualquier sinaloense, jalisciense o michoacano en los años cuarentas o cincuentas levantándose, bañado en lágrimas, para brindar: "! Mirifico solar, te extraño tanto!" Pero el poema de Lickens escrito en primer término en zapoteco, es ya, por el hecho mismo de su existencia, acto de resistencia cultural, que por el tiempo en que se escribe solo consigue tomar la forma del recuerdo emocionado, sin practicas adyacentes. Pero en esto difieren los juchitecos de otros provincianos: al mantener el bilingüismo, al escindirse tan dolorosa e inevitablemente, sostienen una causa general, comentan, clasifican y honran valores esenciales de su comunidad. Contemplada desde la capital de un país que en su conjunto se modifica vertiginosamente, Juchitán es una realidad que el mito explica; es un mito que es, en el fondo, su idea de realidad. Lo lejano y lo entrañable, lo que permanece al cabo de barnices y revestimientos y segundas pieles.
Ignoro en qué consiste exactamente la radicalidad de la experiencia juchiteca, pero la supongo vinculada a los componentes duros y amargos de lo que, desde fuera, advertimos como chovinismo o localismo a ultranza. Juchitán ha luchado contra todos, se ha visto sojuzgada y aplastada, ha contemplado el sacrificio de sus líderes, el saqueo de sus recursos naturales, la traición de algunos de sus hijos, los amagos corrosivos de una homogeneización que los afecta pero no amagos incluye. Y su anhelo de persistencia, con mucho de acto heroico y mucho de conducta inevitable, se presenta solo como tradicionalismo, siendo también otras cosas: autodefensa, aspiración agrícola, utopía campesina, amor a una lengua y sus contornos literarios y artísticos. La perspectiva integral no se percibe desde el resentimiento por la perdida. Antes de la década del setenta, Juchitán es para algunos de sus emigrados y de sus sedentarios leales, el sueno a reconstruir, al cual allegarle la seguridad lingüística y el tributo de vidas obsesionadas (ya entonces se ven muy amenazadas las tradiciones nacionales y locales, no todavía por el industrialismo voraz que solo respeta lo rentable, sino por la falta de prestigio evidente y la simple acumulación de olvidos."
(Carlos Monsiváis. “Crónica de Juchitán”, en Cuadernos Políticos, Número 37, México, D.F., Editorial Era, julio –septiembre de 1983, pp. 46-55)
Socióloga. Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com
I don't know what has been happening nowadays in Nayarit, but yeah, I have to agree with you - crimes, violence, criminals all over the place.. It seems a horrible experience, most especially to those who have witnessed these crimes and to the people living there as well..
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