EL COMENTARIO DE: Carlos Treviño
JARDIN DE LOS CONSTITUYENTES
Era el Tepic de los años sesentas. Jugábamos carreras de carretas todas las noches. Nos juntábamos de 15 a 20 equipos; dos por equipo. El conductor y el chalán. Fluía el ingenio. La tecnología y el respaldo económico se manifestaban en las carretas. La mayoría con ejes de madera y ruedas de balero. Algunas; contadas, con ejes de acero y ruedas de hule (de patín del diablo). Estas llevaban ventaja notable, pues no derrapaban en las curvas y mucho más ligeras para empujar. El triunfo se fincaba en la pericia del conductor y la potencia del chalán. Nos juntábamos de 30 a 40 muchachos sin contar los espectadores, personas de edad que se acomodaban en las bancas de fierro a contemplar el espectáculo. Se iluminaba con lámparas tipo esfera sostenidas por postes de fierro, uno de los cuales “daba toques”.
Circundaba la manzana una amplia banqueta y convergían al centro, de las esquinas y de los lados amplísimas entrecalles forradas de mosaico blanco y rojo, como tablero de ajedrez. El resto de la manzana estaba cubierto con grandes áreas de pasto, ornamentadas con rosales de varios colores. Al centro se erguía majestuoso el obelisco que contemplaba sereno, el paso del tiempo, los aconteceres de la capital y nuestras reñidas carreras de carretas. Nuestro circuito de carreras nace en 1870 cuando generosamente Don Juan de San Román dona esta área arbolada. En 1874 se le bautiza como JARDIN SAN ROMAN. En 1891 se coloca un obelisco en memoria de su patrocinador y en 1908 se construye un kiosco y se colocan bancas de fierro.
Así fue el Jardín San Román que contempló acontecimientos como la revolución, la promulgación de la Constitución, la guerra de los cristeros y mi nacimiento, hasta que en 1957 se remodeló y cambió de nombre. Se le bautizó como JARDIN DE LOS CONSTITUYENTES. Y vió corretear niños entre sus jardines y andadores hasta que en 1993 es demolido para construir un estacionamiento subterráneo y a la plaza que se construyó arriba se le llamó PLAZA DE LA MEXICANIDAD, en el sexenio cuyo estandarte fue la cuna de la mexicanidad, los cuellos bordados y los tepeizcuintes. La población no asimiló el nuevo nombre y dos años después, en 1995 se le rebautizó como PLAZA DE LOS CONSTITUYENTES en el periodo de Don Rigoberto Ochoa.
En el 2008 se terminó de romper la estructura superior por la instalación de la pista de hielo en la navidad pasada; dicen los chismes de lavadero. Se demolió la losa, se reforzó la estructura y eso permitió darle una nueva imagen (y nombre) a nuestra plaza. Antes y durante su construcción se le dió una difusión extraordinaria PLAZA BICENTENARIO se le llamó en tributo a los acontecimientos sociales que establecieron un ciclo de más o menos 100 años. La INDEPENDENCIA de 1810 cuando mandamos a volar a su madre patria a los gachupines y 1910 cuando Fco. I. Madero cortó el lago reinado de Porfirio Díaz, con lo que se gestó la guerra civil bautizada por los historiadores como REVOLUCIÓN, que dejo un millón de muertos y una sucesión de traiciones que arraigaron la cultura de la tracala, la tranza y el gandallismo.
Pues bien, se reparó la estructura y se proyectó la nueva plaza. Tanto y tan intenso fue lo que se dijo y lo que sugerían las fotos panorámicas pegadas en los muros de madera que circundaban la manzana y que impedían ver la evolución de la fausta obra, que cuando se descorrió el telón ¡Oh decepción! ¿Qué es esto? Nos presentan una plasta de concreto estampado con un área de pasto. ¿Y las palmeras? ¿Y los árboles? ¿Y los arbustos ornamentados que protegían las bancas? ¿Y los jardines? Entonces, en adelante ¿a pleno rayo de sol? Se filtró, que la obra costó 7 mdp. ¿Tanto? Se me hace mucho. ¿Quién lo pagó? ¿El gobierno o el concesionario? Por cierto ¿Cuándo se vencerá la concesión? Bueno, eso es otra historia.
Pero volviendo al tema, al parecer el proyecto de la plaza fue hecho al “vapor”. No tiene concepto arquitectónico. Se siente desparpajado. No se percibe integrado. Es la manifestación de un estilo ecléctico. Se presenta una explanada con sus áreas verdes (asimétrica), un asta bandera, escasas bancas y pedestales con bustos y un reloj de lo más raro. Regresivo, le llaman, pues en vez de sumar resta los segundos, las horas y los días. Y que en septiembre del próximo año llegará a ceros, algo así como la cuenta de los cohetes que mandan los gringos al espacio. Para ser francos este invento ni me quita el sueño ni me emociona. Con esta remodelación se despoja a la sociedad de su punto de reunión. Ya los niños no corretean ahí, ni los muchachos “echan novio”; menos los adultos se juntan a platicar. Ya no hay donde sentarse. La plaza pública, el emblemático jardín de las reuniones se convierte en plaza cívica. Con su asta y sus áreas abiertas, propias para las ceremonias oficiales. Se usa cíclica y esporádicamente, con solemnidad y frialdad. Ausente ya la algarabía, el bullicio, el griterío.
No sé porque conmemoran el inicio de estos grandes acontecimientos nacionales y no la consumación de los mismos. En el caso de la Independencia, ésta se consumo en 1821 con la proclamación de Manuel Félix Fernández, como el primer presidente de México; mejor conocido como Guadalupe Victoria. Aquí estamos once años desfasados. En el caso de la guerra civil llamada pomposamente Revolución, Se considera que se consumó cuando se pusieron de acuerdo para dejar de arreglar sus diferencias a balazos y formaron un cuerpo de reglas a las cuales sujetarse, cosa que hicieron cuando menos momentáneamente, pues luego se echaron al patrocinador (Venustiano Carranza) de lo que llamamos CONSTITUCION en 1917; por cierto año significativo para nosotros, pues ese año nació el estado de Nayarit.
Pero mire, volviendo a nuestro Jardín se bautizó como PLAZA BICENTENARIO en una copia burda de otra plaza del D.F. Se instalaron pedestales con bustos no de héroes de la Independencia ni de la Revolución sino de congresistas Nayaritas que estuvieron presentes en la promulgación de la Constitución; con gran merito, sin duda, pero sin relación directa con el reciente bautizo de la plaza. Como que la historia no es el fuerte de quien (es) decidió (eron) ponerle Plaza Bicentenario.
La obra refleja la impericia del proyectista, pues (además de lo que ya se mencionó antes) resuelve con muros como pegostes, las rampas de ingreso y salida del estacionamiento y una decisión incongruente es el cierre de la calle Abasolo entre Av. México y Zacatecas pues congestiona la Av. México y resta fluidez vehicular al área.
Para vencer el derecho de la costumbre, se requiere más que un lance arrebatado. En 14 años se le ha cambiado de nombre TRES veces, al albeldrio del gobernador en turno. Ya veremos si la sociedad lo acepta. Si no; volverá a su nombre de origen.
Tepic, Nayarit; Noviembre del 2009.
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