sábado, 1 de octubre de 2011

César Cruz - El movimiento estudiantil popular

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL POPULAR

César Cruz Salazar

Si los movimientos laborales de 1958-59 golpeaban directamente a la estructura de control sindical, amenazando poner fin a la manipulación del movimiento obrero –que ha sido vital para el estado mexicano, desde la revolución hasta el presente- y rescataban el derecho de los trabajadores a determinar sus reivindicaciones económicas y a luchar por ellas a través de la huelga; el movimiento de 1968 amenazaba las bases ideológicas del sistema al evidenciar que los contenidos democráticos de la legalidad burguesa (Constitución Mexicana) son en realidad un cuerpo extraño a ésta, que ha sido introducido por la fuerza de las luchas populares, campesinas y obreras, a lo largo de nuestra historia, huella de los derrotados, de los que con sus vidas han construido este país, a los que se pretende hacer creer que participan en las decisiones.

Seguramente el margen de previsión, manipulación y control de conflictos sociales es muy amplio, no en balde los dirigentes de la clase dominante tienen a su disposición todos los recursos materiales e intelectuales que produce la sociedad. Sin embargo, el enorme esfuerzo colectivo requerido para mantener e incrementar la producción recae en el conjunto de clases y sectores sociales sobre los que pesan la explotación y la marginación de la toma de decisiones como un hecho cotidianamente vivido. Calculada o imprevista, una fricción social puede provocar acciones que conformen un campo de la vida social en el que los márgenes de control se reducen.

En 1968 vivimos esa experiencia que se desarrolló y fortaleció, en la medida en que la “masa” participante se convertía en un conjunto de individuos autónomos que discutían y decidían sus formas de participación y espontáneamente se organizaban para llevar a cabo alguna acción. Dentro de una marcada actitud de respeto a los acuerdos generales, la “masa”, creciendo numéricamente, se “desmasificaba” dando lugar a un fenómeno pocas veces vivido por la extensión a que llegó: la formación de un campo de acción democrática donde, a pesar de muchas deficiencias y fluctuaciones, los “detentadores del poder” vieron, con odio creciente, multiplicarse las manifestaciones de cualidades que no solo les son ajenas, sino que en sí mismas son la expresión viva de la posibilidad de transformación social: capacidad de organización espontánea, capacidad de trabajo voluntario y disciplina sin coacción, rechazo a la corrupción, sensibilidad a las injusticias propias de las anormales condiciones de vida imperantes, libertad de expresión y rechazo al sectarismo y a posiciones dogmáticas.

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