jueves, 23 de septiembre de 2010

Ricardo Luque - Hasta Siempre, Maestro Juan José

Hasta Siempre, Maestro Juan José

César Ricardo Luque Santana

Hoy lunes 20 de septiembre de 2010, alrededor de las cinco y media de la tarde, luego de haber concluido mis labores docentes, me dirigí al Café Diligencias a disfrutar un café antes de irme a casa. Apenas me había sentado cuando vi un anuncio en la pared que daba cuenta del fallecimiento de mi amigo Juan José Ley Mitre. Si bien la noticia no me causó sorpresa porque todos los que lo tratábamos sabíamos que su salud se había deteriorado severamente, lamenté no haberlo visitado en su casa recientemente, pues las últimas dos o tres semana me vi abrumado por mis actividades académicas y personales.

Mi relación con el Maestro Ley fue breve pero intensa. A finales de octubre del 2008 comencé a colaborar con él en su revista “El Vocero del Norte”, una de las publicaciones más longevas de Nayarit. La larga existencia de casi 50 años de esta revista de análisis político (que ojalá siga adelante), retrata de alguna manera su espíritu de perseverancia y de compromiso a favor de la verdad y de las mejores causas del pueblo, cualidades difíciles de encontrar en un medio habitualmente cooptado y envilecido por el poder político. Mi amistad con el Maestro Ley, que se dio en el Café Diligencias hace cuatro o cinco años, se intensificó a partir de mi integración con él como colaborador de su revista. Me agradaba ir al Diligencias a la hora que él solía asistir para disfrutar su plática. Él me decía gustoso que coincidíamos mucho en nuestros puntos de vista, lo cual era cierto. Me hubiera gustado haberlo conocido antes, pues, pese a la diferencia de edades, no había entre nosotros propiamente un “abismo generacional” ni de ningún otro tipo.

Al Maestro Ley lo conocí siendo él un hombre de edad avanzada, sin embargo, siempre fue muy lúcido mentalmente, al grado de que no dejó de escribir nunca su columna “Voces Políticas”. En sus escritos y sus charlas ponía siempre la razón y sus convicciones por delante. Cuando defendía un punto de vista o renegaba de los caciques y de los malos políticos, la pasión lo desbordaba. Era un hombre de una sola pieza, sin dobleces; no hacía concesiones cuando creía que tenía la razón, pero también sabía escuchar a los demás. Sus conocimientos como profesor de literatura se notaban en su pulcra manera de comunicar sus ideas por escrito y en forma verbal.

Curiosamente, esta semana no había elaborado mi escrito acostumbrado para publicarlo en su revista y en otros medios donde colaboro habitualmente, y de hecho había decidido no hacerlo en esta ocasión, no obstante que había escrito un pequeño ensayo sobre la poesía desde la perspectiva de Heidegger, pero que resultaba muy extenso como para publicarlo en los medios impresos, además de que lo hice sólo como un acercamiento personal al tema, a raíz de algunas lecturas que sobre este tópico había realizado durante el “puente” del Bicentenario.

Que descanses en paz amigo Juan José, te agradezco por haberme honrado con tu amistad y por haberme invitado a colaborar a tu revista. Sólo te nos has adelantada en el camino, frase que no por trillad es menos cierta. Te recordaré siempre con cariño, Maestro, por tu generosidad, por tu decencia, por la firmeza en tus convicciones, por el amor que le profesaste a este país. Estoy seguro de que quienes tuvieron el privilegio de conocerte y/o amistarte, independientemente de las diferencias que hayan tenido contigo, reconocerán siempre tu entereza, tu integridad y tus capacidades tanto como maestro, como periodista y como persona.

Finalmente, le mando un abrazo solidario a su familia deseándoles pronta resignación.

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