EL COMENTARIO DE: Carlos Treviño
DE LO SUBLIME A LO INDIGNO
Hace dos semanas el equipo azteca de Fútbol, con jugadores de 17 años ganó el Campeonato mundial del que fuimos anfitriones. La proeza se logró por la casta, por la calidad, el esfuerzo, la actitud, la coordinación, la motivación de los jugadores y la dirección del cuerpo técnico. Al vestirse de gloria, motivaron profundamente a la sociedad mexicana, sedienta de buenas noticias. El triunfo de estos atlantes no fue casual. Ganaron los siete partidos del torneo, eliminaron a potencias de Fut bol reconocidas como Holanda, Francia, Argentina, Alemania y a Uruguay en la final.
¡Campeones! Todos nos identificamos con el triunfo. Al éxito le sobran tutores. El fracaso no tiene. ¡Somos campeones! Gritamos los mexicanos al unísono ¡Somos campeones! La hazaña de los “NIÑOS HEROES” (que si son héroes pero no niños) enardece a la sociedad sin distinción. Y una de sus manifestaciones populares es juntarse en algún monumento (el Ángel de la Independencia, cuando menos en México y en Tepic) a gritar y hacer desmanes (la mayoría estimulados con bebidas). Aunque cavernaria, esa es la forma de festejo popular (ya iremos domesticándonos). Los únicos que no festejan el triunfo de los aztecas son los comerciantes del rededor del Ángel de la Independencia, donde festejan las hordas.
El presidente Felipe Calderón también se emocionó; felicitó a los jugadores y al director técnico (hasta ahí todo bien) y dijo emocionado que México ya era otro en base al triunfo azteca y al ejemplo de casta, esfuerzo y de trabajo de conjunto, mostrado. El lance alquimista al que recurre el Presidente Calderón por el que pretende trasladar las virtudes de nuestros héroes a cada mexicano es deseable pero romántico, sin decir que es también temerario, pues mire, en ese mismo tenor, después de que el presidente nos elevó a la máxima expresión de complacencia, luego vinieron las damas aztecas en el campeonato mundial de Fut bol y fueron eliminadas con lo que nos bajaron del limbo a lo terrenal y quedamos a nivel de cancha. Y luego vendrían los de 22 años (la selección grande le dicen y no sé porque) en la copa América nos despacharon antes de lo previsto y nos dejaron por abajo del nivel.
Nuestros héroes fueron el bálsamo que esta sociedad atribulada y asustada pide a gritos. Nos fueron administrando emoción en cada partido que los acercaba al campeonato. Gritamos, brincamos y nos sentimos reflejados en el esfuerzo y éxito de esos jóvenes. Nos vuelve optimistas y felices. Mejora nuestro aspecto y nuestra vida familiar, también nuestra vida laboral. Somos más productivos, entusiastas y tolerantes. Todo eso nos produce la hazaña azteca. Cierto que los apoyamos con nuestros gritos, entusiasmo y presencia en el estadio. Pero ¡El merito es de ellos exclusivamente! Nada de que el triunfo es de todos los mexicanos. Debemos controlar las emociones y asimilar las victorias, así como las derrotas, cuando se presenten. Con este triunfo el presidente nos puso en los cuernos de la luna; de donde no tardaron en bajarnos. Así pues, no veo saludable concatenar la condición social y económica de nuestra sociedad a los resultados de nuestros equipos deportivos.
Tepic, Nayarit; México 28 de Julio del 2011.
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